Una controvertida idea del siglo XVII -con solo tres cátedras- evolucionó hasta convertirse en la…
Los Símbolos, el inicio de todo
En una antigua Grecia envuelta en mitos y prodigios, donde los dioses caminaban entre mortales y la medicina apenas comenzaba a entender los secretos del cuerpo humano, nació un joven con un destino extraordinario. Su nombre era Asclepio (Esculapio para los romanos), hijo del Dios Apolo y de la mortal Koronis. Desde su nacimiento, su vida estuvo marcada por los misterios de la sanación y su historia se convertiría en leyenda.
El comienzo de un sanador
Koronis, a pesar de su amor por Apolo, cometió un desliz y fue castigada con la muerte. Sin embargo, en el último momento, el Dios logró salvar al niño que llevaba en su vientre. Apolo lo entregó al sabio centauro Quirón, quien no solo le enseñó a cazar, sino también de medicina. Bajo la tutela de Quirón, Asclepio desarrolló una habilidad extraordinaria para curar heridas y enfermedades e incluso devolver la vida a los muertos.
Pero no solo era la destreza del joven lo que lo hacía especial, sino el bastón que siempre llevaba consigo. En una noche oscura, mientras exploraba los bosques, observó una serpiente acercarse a él y envolverse en su bastón de madera. Intrigado, comprendió que aquel animal, al mudar de piel renacía, simbolizaba la transformación y la curación. Desde entonces, el bastón de Asclepio, el Caduceo, con su serpiente enroscada se convertiría en el símbolo de la medicina.
El desafío de los dioses
Asclepio, con su creciente fama, empezó a atraer la atención de los poderosos. Su habilidad de revivir a los muertos inquietaba a Hades, el señor del inframundo, quien veía su dominio amenazado. Zeus, preocupado por el equilibrio entre la vida y la muerte, tomó una decisión drástica: con un poderoso rayo, fulminó a Asclepio y lo llevó al reino de los dioses.
La medicina había sido tocada por lo divino y jamás volvería a ser la misma. Hipócrates de Cos, uno de los más grandes médicos de la historia, se consideró un seguidor de Asclepio, y en los templos dedicados a él, los enfermos buscaban sanación en ceremonias nocturnas, donde las serpientes sagradas deambulaban libremente.
Higía y la copa de la vida
Entre las hijas de Asclepio, una destacó por su estrecha relación con la salud: Higía. Su papel era el de preservar la higiene, la prevención de enfermedades y el mantenimiento de la salud. En honor a su influencia en el mundo de la farmacia, los antiguos griegos idearon un símbolo que la representaría: una copa con una serpiente bebiendo de ella. Esta imagen reflejaba el equilibrio muerte y vida; veneno y curación. Siglos después, Paracelso, el famoso alquimista del Renacimiento, lo resumiría en su célebre frase: “Nada es veneno, todo es veneno… la diferencia está en la dosis”.
Con el tiempo, la copa de Higía se convirtió en el emblema universal de la farmacia, utilizada oficialmente desde 1796 en París. La serpiente, símbolo de renovación y sanación, y el cáliz, representando la vida y el conocimiento medicinal, han perdurado hasta nuestros días.
El legado eterno

Desde los antiguos templos de Epidauro hasta los modernos hospitales, los emblemas de Asclepio e Higía han atravesado los siglos. Cada vez que los ojos de un paciente se posan en el caduceo o la copa de la vida, la historia de estos personajes mitológicos cobra viva, recordándonos que la medicina es tanto arte como ciencia y que cada sanador, en esencia, lleva consigo algo de la divinidad de Asclepio.
Autor: José Antonio Sáenz Astort (Médico Psiquiatra y escritor)
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