fbpx Saltear al contenido principal

¿Quieres ser médico hijo mío? Carta de Esculapio

Aspiración es ésta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia. Quizá deseas que los hombres te consideren un dios que alivia sus males y ahuyenta el espanto. Pero… ¿Has pensado en qué será de tu vida?

Tendrás que renunciar a tu vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos puede, terminada su tarea, aislarse de los infortunios, tu puerta permanecerá abierta a todos: durante día y noche vendrán a turbar tu descanso, placeres o meditación; ya no tendrás hora para tu familia, amistades o estudio; ya no te pertenecerás.

Los pobres, habituados a padecer, no te llamarán sino en caso de urgencia; pero los ricos te tratarán como a esclavo encargado de remediar sus excesos, sea porque tienen una indigestión, sea porque están acatarrados; harán que te despierten a prisa tan pronto sientan la menor inquietud, pues estiman en mucho su persona. Habrás de mostrar interés en los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o cordero. No podrás ir al teatro ni caer enfermo, tendrás que estar listo para cuando te llame tu amo.

Hoy eres severo en la elección de tus amigos; buscas compartir con hombres de talento, de artistas, de almas delicadas; en adelante no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, ni a los despreciables. El malhechor tendrá igual derecho a tu asistencia que el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas… y el secreto de tu profesión te prohibirá revelar indignidades que te sean confiadas.

Tienes fe en tu trabajo para alcanzar reputación. pero ten presente que no te juzgarán por tu ciencia sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de criados, por la atención que dediques a los gustos de los pacientes. Los habrá que desconfiarán de ti si no portas barba, otros, si no vienes de Asia, otros, si crees en los dioses, otros si no crees.

Te gusta la sencillez… más habrás de adoptar la actitud de augur. Eres activo, sabes el valor del tiempo; no habrás de manifestar impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicar un cólico; ociosos te consultarán por el placer de charlar. Serás el vertedero de sus nimias vanidades.

Sientes placer por la verdad, pero ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante, cómplice.

Aunque la medicina es ciencia oscura, a la cual los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar, so pena de perder tu crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad y el remedio para curarla, el vulgo irá a charlatanes que le venderán la mentira que necesita. No cuentes con agradecimiento: cuando el enfermo sane, la curación será debida a su robustez; si muere serás quien lo ha matado. Mientras están en peligro, te tratarán como a un dios: súplicas, promesas, halagos…  pero no bien convalezcan les estorbarás y cuando se trate de pagar los cuidados que les prodigaste se enfadarán. Cuanto más egoístas son los hombres, más solicitud exigen.

No pienses que este penoso oficio te haga rico. Te lo he dicho: es un sacerdocio y no sería decente que diera ganancias como las de un aceitero o del que vende lana. Y te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más repugnante que hay en la especie humana; tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra sudorosos pechos, respirar el mal olor de viviendas, los perfumes subidos de las cortesanas, palpar tumores, curar llagas purulentas, contemplar los orines, escudriñar los esputos, fijar tu mirada y olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios.

infinidad de veces, en día soleado y perfumado, al salir de un banquete o de una pieza de Sófocles, te llamarán por alguien con dolor de vientre, quien te presentará un bacín nauseabundo, diciéndote: he tenido la precaución de no tirarlo. Recuerda que habrá de parecerte interesante dicha deyección. Hasta la belleza misma de las mujeres se desvanecerá para ti. Las verás desgreñadas, desencajadas, desprovistas de bellos colores y olvidados sobre muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse en afligidos seres sin gracia. Sentirás por ellas menos deseos que compasión. Te asustará ver un cocodrilo adormecido, en el fondo de la fuente de placeres. Tu oficio será para ti una túnica de Neso.

En la calle, banquetes, teatro o tu casa, los desconocidos y tus allegados, te hablarán de sus males para pedirte un remedio. El mundo te parecerá un vasto hospital, una asamblea de individuos quejosos. Tu vida transcurrirá entre la zozobra de la muerte, el dolor de los cuerpos, de las almas, de los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes. Te será difícil conservar una visión consoladora del mundo. Descubrirás falsedad bajo bellas apariencias… tu confianza en la vida podrá derrumbarse al igual que tus gozos. Comprenderás a Prometeo desgarrado por buitres.

Te verás sólo en tus tristezas, en medio del egoísmo humano. No siempre encontrarás apoyo entre los médicos, quienes se hacen sorda guerra por interés u orgullo. Aliviar sufrimientos te sostendrá en tus fatigas; pero dudarás si es acertado lo que deberás hacer ante males incurables. Cuando hayas prolongado la existencia de algunos ancianos o de niños deformes, vendrá una guerra que destruirá lo más sano y robusto que exista en la ciudad. Y te pedirán que separes los débiles de los fuertes, para enviar a estos últimos a la muerte.

Piénsalo bien. Estás a tiempo. Pero si -indiferente a la ingratitud- eres sabedor de que te verás solo entre fieras humanas, tienes un alma estoica para satisfacerte con el deber cumplido… si te juzgas pagado con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece, con la paz de un moribundo a quien acompañaste hasta su muerte… si ansías conocer al hombre y palpar la trágica grandeza de su destino… entonces…  hazte médico, hijo mío.

Antigua Grecia, siglo VI a.C. Traducción anónima, revisada por JA Sáenz.

0
Volver arriba