Una controvertida idea del siglo XVII -con solo tres cátedras- evolucionó hasta convertirse en la…
Diálogo imposible: Esculapio y Vargas
VARGAS: Dime Dios de la medicina… ¿por qué vienes desde tu Templo de Epidauro hasta este rincón venezolano en el que empiezo mi aprendizaje médico? Nada puedo enseñarte…
ESCULAPIO: Nadie puede enseñar a ser médico. Yo cuento lo poco que conozco, para que los mortales se atrevan a pensar: Sapere aude. Con amor y lógos. Y te diré más…
VARGAS: Enseñar a pensar dices, Maestro, y disculpa la interrupción, pero en tu estremecedora Carta -que es un juramento sin retorno- describes vivencias desgarradoras, luminosos consejos sombríos, valga el oxímoron.
ESCULAPIO: No doy consejos. Los mortales sabios como tú, humilde y joven José María, no los necesitan… y los vanidosos no los siguen. Pero dime… ¿A cuál carta te refieres? Escribí tantas como médicos existieron, existen o existirán.
VARGAS: Una que me petrificó, porque adviertes que nuestra vida transcurrirá a la sombra de la muerte, entre dolor de cuerpo y mente, de hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes… Afirmas que será difícil consolar al doliente; que la confianza en la vida se derrumbará; que descubriremos fealdad bajo bellas apariencias, porque la raza humana es un Prometeo desgarrado por buitres…
ESCULAPIO: Contiene también otros párrafos. Te los diré en voz alta, porque la palabra puede curar al ser escuchada.
VARGAS: Habla, te escucho.
ESCULAPIO: Si indiferente a la fortuna, a los placeres vanos, a la ingratitud… si sabiendo que te verás muchas veces solo entre fieras, tienes el alma lo bastante estoica para satisfacerte con el deber cumplido…
VARGAS: Vislumbro luz transmutada en palabra terapéutica que emana de ti, hombre-médico que subió al Olimpo; tú, hijo de Apolo, el dios Sanador.
ESCULAPIO: Soy hijo de la dulce Coronis quien juega ahora en la Vía Láctea convertida en asteroide. Apolo, mi padre, la mató y me arrancó de su vientre para entregarme al centauro Quirón en el Monte Citeron. Con él aprendí a ser médico y caminar laderas apoyado en mi Caduceo para descubrir las hierbas curativas que milenios más tarde se llamarían medicamentos.
VARGAS: Conozco tu origen Padre de la Medicina. Prosigue con la implacable carta.
ESCULAPIO: Si te juzgas bien pagado con la alegría de una madre parturienta, con la sonrisa que alivia un dolor, con la paz de un moribundo a quien acompañas hasta el final, si ansías conocer al hombre y penetrar la trágica grandeza de su destino… sabrás por qué estudias medicina.
VARGAS: ¡Lo hago por mi amor al ser humano, víctima de sufrimientos! Sus lamentos no ascienden hasta tu Olimpo al que ya pocos recuerdan; ni a sus divinidades… todo se va volviendo ilusión, amenaza, tristeza. Creo que me has hecho un inexplicable honor al venir a verme, pero, demasiado pronto o demasiado tarde.
ESCULAPIO: Serás presencia dentro del vacío. Todo puede ocurrir. Existen cosas viles, dolor y enfermedad. Debajo palpita la roca ardiente que pisarás en tiempos de lo por venir. Tu vida y destino cobrarán sentido. Cambiarás la historia científica de Venezuela como presidente del país y precursor de la educación gratuita y universal. Aquí se alzará un hospital con tu nombre, al igual que una magistral Escuela Médica. Serás el primer Rector de la Universidad Central cuya puerta abrirás a estudiantes de cualquier color, creencia u origen. El Libertador te nombrará albacea testamentario y traerás sus restos desde Santa Marta. ¡Amarás y serás amado durante generaciones!
VARGAS: ¿Puedes ayudarme a conocer al Hombre que hay dentro de mí?
ESCULAPIO: Ya lo conoces. Siempre has sido médico. Ahora debo retornar a Epidauro, donde me adoran con el nombre de Asclepio…
VARGAS: Se trata siempre de tener un horizonte. El mío no es el Olimpo.
ESCULAPIO: Aún no lo sabes, pero estás allí. Más allá del mundo. Ambos pertenecemos desde siempre al eterno retorno del Universo y sus metamorfosis.
José Antonio Sáenz. Médico psiquiatra. Escritor. Obra de ficción: ‘Diálogos mágicos en el Olimpo’, 2024-2025.

